Epílogo

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EPÍLOGO

Había sido un buen día. Yuri jugó a subir y bajar, una y otra vez, las escaleras de la Iglesia St. Clements mientras esperaban a que Eliott saliera del Berklee Collage of Music, como cada semana. A veces la espera era larga porque los alumnos retenían a Eliott en su clase más de la cuenta. Seguía teniendo ese encanto conquistador que hacía que todo el mundo lo adorase, sobretodo las alumnas. Aunque intentaban esconderse detrás de sus carpetas llenas de partituras, Lara sentía sobre ella aquellas miradas ardientes cuando Eliott la saludaba con un apasionado beso a las puertas del conservatorio.

Para disfrutar de aquella tarde cálida y húmeda de Mayo en Boston, dieron un largo paseo por la Bahía donde los vientos de la costa traían olor a salitre. Cedieron a las peticiones de Yuri por cenar en la pizzería a pesar de tener que anular la reserva en una marisquería. Habían regresado con la tripa llena y los pies hinchados a su apartamento, decorado con las incontables fotos de sus viajes. Yuri eligió para esa noche su pijama con el logotipo de la NASA que habían comprado en Houston las pasadas Navidades y en cuanto sus rizos rubios reposaron en la almohada le pudo el sueño.

A Lara le gustaba dormir con la ventana ligeramente abierta para que el bullicio de la calle se colara en la habitación. Todo era diferente a su casa color café y a sus días de soledad encerrada en el cuarto de arriba.

- Anoche tuve un sueño -dijo Eliott acariciando el brazo de Lara que se acurrucaba a su lado en la cama.

- ¿Hum? -contestó ella soñolienta restregando la mejilla en su hombro.

- Estaba dando un paseo por el pabellón de deportes donde jugaba con la Peña. Se oía mucho alboroto. De repente, estaba botando el balón y dando pases largos y…el griterío era impresionante, con música entremezclada como si a la vez estuviera metido en una de las fiestas que daba Paco ¿Recuerdas?

Lara asintió y Eliott respiró profundamente: -Me sentía pleno. A mí alrededor escuchaba el clamor de la gente, los aplausos del público y escuché mi nombre. Escuchaba Eliott y miraba hacia ellos porque me sentía orgulloso de ser yo.

-Eliott -susurró Lara.

Se acercó a él y metió la nariz por detrás de su oreja. Nicotina y colonia de bebé. Abrió la boca para regañarle porque había vuelto a fumar a escondidas pero al notar el compás sosegado de su respiración la cerró y buscó con la mano su pecho. Respiró hondo al sentir el potente latido de su corazón que había luchado un día más. Le besó.

Eliott dormía.

Sintió frío. Las cortinas hondeaban ligeramente y el silencio de la noche lo interrumpía algún que otro coche al ascender la avenida. Se apretó a Eliott y el frío penetró hasta sus entrañas. Cerró los ojos, pensó en el color azul de los suyos y le abrazó como si pudiera así derretir el hielo con el calor de su cuerpo.

Eliott no dormía.

-¿Y ahora qué es lo que hay que hacer?- preguntó María, parecía incómoda sentada de piernas cruzadas frente al tronco.

-Pues hablarle, dile lo que quieras, o reza, o sólo piensa en él…lo que te apetezca, María.

Era el primer día que acompañaba a Lara a la Montaña. Seguía subiendo cada domingo para estar junto a su madre y para hablar con Eliott.

-¿Pero tú  qué  es lo que haces?- insistió María.

- No tengo una fórmula fija. Cuando Eliott me acompañaba él se quedaba atrás y me esperaba en silencio, eso es todo.

-Si tú vas a hablar con él, yo hablaré con él también.

-Como quieras María –contestó Lara. Estaba en calma, allí bajo ese árbol, “el más bonito del mundo” como decía su madre, donde se podía respirar paz aunque el mundo temblase.

Y allí sentía también a Eliott, se quedaba embelesada con los recuerdos que la invadían. Por un instante efímero podía recordar con más claridad sus ojos azules como el mar en tormenta, su pelo negro revuelto y se estremecía al revivir los primeros besos que se dieron hasta el amanecer.

- ¿Qué crees que diría si supiera que Esteban te ha pedido que te cases con él? -preguntó Lara consciente de que su amiga la observaba intentado leer su mente.

María la miró de soslayo y seguidamente al tronco: -Pues estoy segurísima de que, aunque en el fondo pensara que tengo una suerte inmensa de que el hombre al que amo esté enamorado perdidamente de mí, y quiera estarlo de por vida…fijo fijo que se enfadaría muchísimo.

-Es lo que yo pensaba -resopló Lara- Tú casada, y con Esteban.

-¡Le daría un ataque al corazón!

 Ambas se miraron y rieron.

- Le echo de menos, cada vez que veo a Yuri se me encoge el corazón, ¡se parecen tanto! -confesó María.

-Sobretodo cuando se enfada, tiene el mismo arranque de mal genio. Aunque luego te da unos besos que…Sí, él está aquí, siempre estará aquí.

El viento silbó en sus oídos tras acariciar las ramas como dedos que tocan las teclas de un piano. Lara sonrió y se despidió hasta el siguiente domingo.

                                      FIN.